"Entonces siéntate en una celda tranquila, aislado
en un rincón y dedícate a hacer esto que te digo:
Cierra la puerta, eleva tu espíritu por encima de todo objeto vano o pasajero. Luego,apoya tu barba contra el pecho, dirige el ojo del cuerpo conjuntamente con todo tu espíritu, al centro de tu vientre,es decir al ombligo, comprime la aspiración de aire que pasa por la nariz de modo de no respirar con facilidad y escruta mentalmente el interior de tus entrañas en búsqueda del sitio del corazón, al que todas las potencias del alma gustan visitar.
Al principio, encontrarás tinieblas y una opacidad obstinada, mas si perseveras, si día y noche practicas este ejercicio, encontrarás, ¡oh, maravilla! una felicidad sin límites."
Simeón, el nuevo teólogo.