El bienaventurado arzobispo Teófilo se presentó un día acompañado de un magistrado, en casa del abba Arsenio. Deseaba oír de él una palabra. Tras un corto silencio, el anciano les dijo: "Si os digo algo, ¿me haréis caso? Ellos le prometieron que sí. Y el anciano dijo: "Allí donde oigáis decir que se encuentra Arsenio. no os acerquéis".
(Alf, Arsenio, 7)
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