sábado, 22 de mayo de 2010

La celda



Es necesario permanecer lo más posible en la celda: Siempre que uno se aleja de ella para vagar por el exterior, al volver le parecerá algo nuevo y desabrido. Más aún, se encontrará como descentrado y lleno de turbación, como si empezara a habitarla. No podrá recobrar sin trabajo y dolor aquella aplicación de espíritu que había conseguido morando fielmente en su recinto, pues ha dado rienda suelta a la dispersión.

Juan Casiano (Collationes, 6,15)

2 comentarios:

Marta y María, contemplativos en el mundo dijo...

Gracias por esta pequeña entrada.

Debemos interpretar éste texto no sólo en el sentido físico de abandono de la celda conventual o monacal, sino también en sentido espiritual. Es cierto que cuando por la dispersión que produce el mundo exterior, abandonamos nuestra celda interior aunque sea por breve espacio de tiempo, convertimos nuestro templo en un edificio pagano, de forma que al regresar de nuevo a ella la vamos a encontrar desocupada, vacía, ni siquiera vamos a poder reconocerla. ¿Qué es esto? ¿Dónde quedó aquello...? Sólo el tiempo o una gracia especial podrá hacer que volvamos a verla de nuevo como era antes de abandonarla.

Anónimo dijo...

Todos estamos invitados a entrar en el silencio de la celda interior y allí permanecer en unión con el Señor que nos habla en silencio.
Aún en medio de las agitaciones cotidianas, la celda representa ese momento en que convergen nuestros sueños y los presentamos al Dios de la vida.
En unión de oraciones y hasta cada Eucaristía... Hno. Augusto - CFIC -