jueves, 13 de agosto de 2009


Leer los textos sagrados considerándolos ajenos a uno mismo sería absolutamente vano. Así, numerosos meditantes no hacen ningún progreso, incluso si se consagran durante horas a la lectura de las Sagradas Escrituras. El sello de los libros sagrados sólo se rompe cuando el meditante abandona lo manifestado y pasa desde lo grosero a lo sutil, desde el discurso al silencio. Este estado de tranquilidad no concierne únicamente al cuerpo, la mente ha de mantenerse en reposo, de ahí la importancia dada a la vigilancia del corazón a fin de rechazar los pensamientos errantes y dispersantes. El corazón se mantiene en la contemplación apacible y se descubren los misterios, el texto sagrado entrega sus secretos ocultos, que arden por ser descubiertos, y toda posibilidad de ensoñación queda eclipsada.

Marie M. Davy

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He encontrado esta ermita, este rincón... Ahora sólo quiero darte las gracias por haberla creado.

Francisco

Hieromonje Macario dijo...

Francisco, sé bienvenido. ¡El Señor y cu Benditísima Madre te bendigan!

Anónimo dijo...

Dice Francisco de Osuna, maestro de santa Teresa de Jesús:

"Tres maneras de callar hay en el recogimiento, o tres maneras de silencio […].
La primera es cuando cesan en el ánima todas las fantasías e imaginaciones y especies de las cosas visibles, y así calla a todas las cosas criadas […].
El segundo callar que hay en el recogimiento es cuando el ánima, quietísima en sí misma, tiene una manera de ocio espiritual, sentándose con María a los pies del Señor y diciendo: Oiré lo que hablará en mí el Señor Dios. […] es un olvido aun de nosotros mismos […].
El tercer callar de nuestro entendimiento se hace en Dios, cuando se transforma en Él toda el ánima y gusta abundosamente la suavidad suya […]."

Un saludo.

Francisco